**LOS DOCE ESPADAS DE HÍSPALIS**

En el año de Nuestro Señor de 1314, en la posada de la pequeña villa de el Morejón, en los tiempos de lucha, donde los nobles Caballeros Templarios rescataban los lugares sagrados de sus terribles cruzadas.

Dentro de estos nobles Caballeros destacaba uno, su nombre; Sir. Thómas Preire Martán, noble y robusto caballero que defendía su orden, pero que dentro de él, se escondía un oscuro secreto que lo atormentaba día y noche. Thómas, temía que su mayor secreto saliese a la luz y su orden se viese condenada.

Durante una de tantas noches, cuando todos descansaban después de un largo día, Thómas se despertó y miró a sus once Caballeros y con voz susurrante expresó; ¡¡Oh mis leales nobles, espero y deseo que vuestras almas estén con Dios!! Se levantó, tomo su espada y saliendo de la posada, se encaminó hacia un montículo. Hacia frio, y mientras caminaba, su capa se movía por el viento, al llegar al promontorio, desenvainó su espada y con fuerza la clavó en la tierra, con voz fuerte y mirando al cielo, proclamó; ¡¡Oh mi Dios!!, que por ti tantas veces he luchado hasta caer extenuado, tened la certeza de que este sagrado legado que hoy me encomendáis, con la vida será protegido sea cual fuere él Supremum fatun que los tiempos nos depare. Luego, con lágrimas en los ojos, inclino su cabeza frente a su espada y así estuvo hasta quedar absorto, de tal manera, que no fue consciente de la presencia de...

Beau Sire Gran Maestre, ¿ Que es ello, lo que atormenta vuestra mente, hasta veros privado de la realidad? ¡¡Ah, hermano Di lappia!! bien hallado seáis, no es nada no debéis preocuparos, ¿ Y a vos?

¿ Que le manda estar de pie a tan temprana hora? El sueño Gran Maestre, que se resiste a llegarme en esta noche, pero tenga vuestra merced la bondad y acompáñeme al interior de la posada, pues la noche es gélida y mis huesos se resienten. ¡¡Los suyos...y los míos querido hermano!! que por algo le saco diferencia en edad, pero tiene razón, pasemos al interior, que la temperatura siempre será más agradable que la de aquí afuera. ¿ pero que diablos ocurre aquí? profirió Thómas Preire, dirigiéndose a Di Lappia, al ver al resto de hermanos en torno a una mesa ¡¡O es qué me van a decir, que él sueño ha decidido abandonarles a todos en la noche de hoy!! ¡¡No Gran Maestre!! todos al unísono, hemos querido estar en pie, antes que el resto de parroquianos que habitan esta posada, para desearle a vuestra merced, felicidad en el día de hoy, y a la vez decirle qué; "escrito esta en nos vuestro gesto y cuanto nos, escribir de vos pudiéramos, vos solo lo escribisteis, más nos, tan solo os lo leemos. ¡¡A esto estamos y estaremos siempre prestos!! No lo dudéis, más hacemos buena jura honorable hermano, no tengáis de eso cuidado, que nunca habrá traidor que lo señale y que de ello tengamos a bien saber; pues que de sumo grado, por hierro pasaremos.

Me dejé caer abrumado en una de las banquetas, observando a mis discípulos y hermanos llenos de entusiasmo, ¡¡Allí estaban mis once espadas!! frente a mí, al alba ya, de este día veinte del mes de Junio del año de nuestro Señor, jurándome lealtad y deseándome ventura y gran fortunio, en mi cuadragésimo tercer aniversario...

Hermano, sumándome al deseo de vuestros once espadas y haciendo mías sus palabras; recibe un gran abrazo en este día, del que también vela por vos...

                                                                                             " El Duque de Encomiendas" 

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