** DEUDAS EN LA MEMORIA**
(2º Premio III Certamen Literario, relato cofrade. Montellano 2012)
Yo el anterior, hijo de Dolores y de Gonzalo soy, mi nombre; Gonzalo por arte de palabra, y debo establecer que deudas en la memoria dejé, sin pagar a mi mismo.
Sucede que una vez, cuando niño fui, cuando tal vez no se es consciente de la realidad, porque a esa temprana edad sólo vives en un mundo de sueños y felicidad; he de reconocer que por unos días al año, temores sentía. Noches de primavera, en las que en brazos de la tía Gertrudis, veía aproximarse hacia mí túnicas con capas y antifaces, rodeadas de un halo de misticismo que provocaban las innumerables velas que portaban, proyectando a la vez, figuras fantasmagóricas para mí.
Las cuales en movimientos pausados, parecían bailar al son de los tambores y cornetas, sobre las paredes encaladas de las casas. Esta visión provocaba en mí un llanto incontenible, que nada ni nadie lograba calmar, por mucho que la tía me dijera que eran hombres, ¡¡Mira, si ese es fulano y aquél mengano!! Esto ocurrió así, hasta que otro año y por las mismas fechas, una de esas túnicas se acercó hasta plantarse delante de mí, y hallándome yo en pleno llanto, se deshace del antifaz que le cubría la cabeza para mostrar su rostro.
¡¡Que razón tenía la tía, eran hombres, era... Mi padre!!
El llanto cesó al instante y ese pánico que me atemorizaba, desapareció por completo para años posteriores, ya sabía que nada debía temer, pues en esas hileras de túnicas, capas y antifaces iba mi padre. Nazarenos, me dijo él que se les llamaba, desde entonces, en primera fila me colocaba para verles llegar. Como me era difícil adivinar cual de ellos era mi padre, este cuando pasaba a mi altura; su mano pasaba por mi cabeza y un caramelo ponía en mi mano, me sentía el niño más feliz en ese momento. A esa edad, desconocía totalmente el sentido de esta tradición, no entendía, porque por unos días mi padre se vestía con esos atuendos, solo sabía que me gustaba verle así.
Lo veía como algo grande, alguien importante, un ser enigmático y misterioso, me gustaba presumir delante de mis amigos, ¡¡Mira es un nazareno y el vuestro no lo es!! anda, toma...
Mas de una vez, me hubiese gustado seguir a la comitiva al lado de mi padre, pero la tía o bien la madre no me dejaban, ¡¡Eres mu chico pa andá de noche por la calle!! me decían, a lo que yo, como si les entendiese, no ponía reparo alguno. Crecí unos dos años, y llegó una vez mas, como cada año, lo que ya supe denominar como ¡¡Las procesiones de Semana Santa!! esperé como siempre, ver desfilar a mi padre, pero... ¿Qué ha ocurrido? Sorpresa, decepción...Han pasado ya todos los nazarenos y no he sabido quien era él, ninguno se acercó a mi, me pasó su mano por mi cabeza y me dio un caramelo.
¡¡Omá, títa, no esta Pupá!! Si, si que esta, me contestaban, yo me separaba un poco de ellas y miraba a lo lejos, a lo que todavía quedaba por desfilar de la procesión; ¡¡No, no está, mirar ya no hay mas nazarenos!! Tranquilo espera un poco y veras como si lo ves. Pasó la cruz de guía, llega entonces hasta mi, el segundo de los pasos de la procesión, el que portaba a la Virgen de los Dolores.
Silencio, emoción, llanto, vítores en la gente... ¡¡Omá, tita, mira Pupá, mira Pupá!! Ya te dijimos que esperaras un poquito, ¡¡Pero Pupá ya no es nazareno!! No, ahora tu padre y tu tío son costaleros, ¿Y eso que es tita? Así se les llama, a los que llevan al Señor y a la Virgen, me contestó.
¿Pero porque lo han quitao de nazareno tita? Hijo no lo han quitao, tu padre y tu tío, siempre ha querío llevar los pasos en semana santa, se habían apuntao hacía tiempo, pero era mucha, la gente que tenían por delante aguardando el momento en que les tocase llevar los pasos, por eso y hasta que ha podio ser, tu padre se ha tirao unos años siendo nazareno.
¡¡Tita, pobrecito mi padre y el títi y también los otros hombres!! ¿Porqué dices eso hijo? Porque tienen cara de pena, parece que están sufriendo... Una sonrisa se dibuja en el rostro de mi tía, ¡¡No hijo, no tienen pena ni sufren!! Llevan a la Virgen con orgullo y devoción, lo que pasa, es que el paso pesa muchísimo y van cansados, los huesos se resienten, ¡¡Verás mañana, como no se van a poder ni mover!!
Títa y no puedo ir yo a ayudarles para que no se cansen, ¡¡Ja,ja,ja no hijo, tu eres mu chico pa eso!!
Sentí, verdadera devoción esa noche por mi padre y mi tío, viendo el esfuerzo sobre humano, a mi entender, que realizaban llevando a los hombros a la Virgen.
Ciertamente, al día siguiente pude comprobar lo maltrecho que había quedado mi padre, no se podía ni mover, le dolía todos los huesos, me enseñó el hombro; lo tenía totalmente desollado, en carne viva, mi madre se esmeraba en su cuidado, le untaba un bálsamo para el hombro y los dolores, le daba friegas con un líquido cuyo olor me era familiar, porque mi tía se lo echaba a mi tío, después de todo un día cargando sacos a la espalda, ¡¡El tío del bigote!! le llamaban al ungüento, el cual debía de ser milagroso, porque al otro día estaban como nuevos, a excepción del hombro, que tardaba mas días en cicatrizar... ¡¡Opá, si te duelen tanto los huesos y te hace esa herida en el hombre!! ¿ Porqué lo haces?
Mi padre, no sin esfuerzo, me sentó en sus rodillas; ¡¡Mira hijo!! no espero que lo entiendas, cuando te hagas grande, supongo que podrás llegar a entenderlo, lo que se vive en estos días de Semana Santa, a parte de ser una tradición, hay que sentirlo, hay que creer, hay que tener devoción...
Conforme mi padre me hablaba, noté como la voz se le cortaba y de sus ojos, lágrimas le salían de puro sentimiento que le ponía al hablarme, de lo que para él significaba el poder sacar a la virgen, de lo mucho que ha tenido que esperar, hasta que ha llegado el momento de poder hacerlo, ¡¡Solo le pido a ella, que me de salud por muchos años para poder llevarla, y quien sabe, si cuando tu te hagas grande, no nos vemos los dos llevando a la virgen!! ¿Te gustaría hijo? ¡¡Claro opaito que me gustaría, veras como sí la llevaremos!! No solo llevo mi padre a la Virgen de los Dolores, También lo hizo, con Nuestro Padre Jesús del Gran Poder.
En los dos años siguientes, pude ver como en casa se preparaba mi padre; como alrededor de la cintura, se liaba una larguísima faja bien apretada, se calzaba unas alpargatas y como para amortiguar el peso en el hombro, se preparaba una almohadilla o especie de cojín. Yo lo miraba entusiasmado, el se daba cuenta y me hacía sentir importante, me acercaba hasta él y me hacía creer que le ayudaba, pidiéndome que le fuese abriendo la faja mientras él, daba vueltas sobre si mismo y la faja se le iba enrollando.
Cuando terminaba de arreglarse, salía antes que ninguno de casa, tenía que reunirse unas horas antes con el resto de sus compañeros costaleros, para los preparativos de última hora. Después, casi cuando iba llegando la hora de que la procesión saliese de la iglesia, bien mi madre o mi tía, aunque a veces las dos, me llevaban para que pudiese verle.
Conforme me iba haciendo mas grande, ya no me recogían tan temprano; podía seguir a mi padre al mismo paso que él iba por muchas calles del pueblo, hasta que allá por la media noche, el cansancio me vencía y me llevaban a acostar.
La de 1973, fue la última Semana Santa que vi a mi padre prepararse para hacer de costalero de la Virgen, poco después, emigraría a tierras lejanas y extrañas para buscar el sustento de su familia, ante la falta total de trabajo en la provincia.
Por nada del mundo, pude haber imaginado cuanto de especial iba a ser esa última Semana Santa junto a él, esta vez si cabe, le note mas emocionado que otras veces, no tenía prisa, se vistió ceremoniosamente, en silencio, que solo rompía de vez en cuando, para hacer comentario alguno con mi madre. Sabía que esa era su última vez, por lo menos en mucho tiempo, o como mi madre le decía; ¡¡tranquilo, a lo mejó el trabajo en Barcelona, no es tanto como te han contao y te tiene que vení pacá y como si no hubiera pasao ná, el año que viene vuelves a sacá al Cristo y a la Virgen!! Pero yo creo, que mi padre intuía que no iba a ser así la cosa...
Llegó la hora y la procesión salió de la iglesia, allí estaba yo, esta vez y aunque mi madre y mi tía también estaban, yo ya iba solo, Vi salir a mi padre y le anduve acompañando durante toda la noche, él antes de salir de casa, así me lo pidió, cosa que me extrañó bastante, pues no era yo muy mayor todavía, tenía siete años por aquél entonces.
Recorrí todas las calles posibles del pueblo a la vera de mi padre, fue entonces, cuando realmente me empapé bien de esa devoción, de ese sentir profundo que tiempo atrás me quiso transmitir mi padre. De vez en cuando, alargaba su mano para que yo me acercase, me pegaba a él, como queriendo a través de los poros de su cuerpo, traspasarme lo que en esos momentos él sentía.
Y llegó horas de madrugá, momento de la recogida, de nuevo en la plaza de la iglesia, allí me encontré de nuevo con mi madre y mi tía, que se acercaron hasta el mismo paso de la Virgen, ¡¡Que doló de mi niño, estas cansaito verdad hijo!! No Omá, estoy bien, no estoy cansao.
Los pasos, se habían parado para hacer el último descanso antes de la recogida, la banda de música seguía tocando marchas cofrades, de pronto, veo como mi padre se sale de su posición, y entre el gentío que rodeaba el paso, intenta ir hacia la parte de delante, esta al lado del capataz, algo le dice, al pronto, mi padre se queda mirando fijamente a su Virgen y comienza a cantarle una Saeta, con voz rota por la emoción. Emoción de la que se contagiaron mi madre, mi tía y otros muchos a los que yo abarcaba a ver, su hermano, mi títi Manolo, apoya su brazo en su hombro, mientras mi padre finaliza la Saeta.
¡¡Y es entonces!! Cuando me llama, yo miro a mi madre, y ella todavía emocionada me dice ¡¡Anda mi niño, ve con él!! me acerco, me coge y me levanta con sus brazos, nunca estuve tan cerca de la Virgen, la podía incluso tocar ¡¡Virgencita mía!! oigo a mi padre decir... ¡¡Este es mi hijo Gonzalo, cuídale y haz que algún día, te pueda yo sacar junto a él!!.
Deudas dejé en la memoria, si, deudas que no pudieron pagarse, con mas pena que gloria, el exilio duró demasiado, mi padre tardó veinte años en volver a vivir su Semana Santa en el pueblo, ya mayor, enfermo y sin fuerzas para ver cumplida su promesa...
P.D. En la Semana Santa de 2017, tras yo sufrir un grave infarto, vine al pueblo para dar gracias a Nuestro Padre Jesús del Gran Poder por mantenerme con vida, ese miércoles por la noche y con una imagen tuya Opaito, salimos los dos a procesionar. No se pudo en su momento, por eso ahora, si podemos dar por cumplida aquella promesa que hiciste Opaito...
** En recuerdo a mi Padre **
Pluma de : Dogoan.
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